La biblioteca recomienda en mayo 2019… “El último barco” de Domingo Villar
Un ruido de intensidad variable, mucho más fuerte entre los aficionados al género negro, lleva años recorriendo el mundo literario español. ¿Qué ha pasado con Domingo Villar? ¿Por qué un silencio tan prolongado? ¿Ha muerto de éxito? ¿Está bloqueado? ¿Harto? Rumores y leyendas negras completaban un enigma literario para el que diez años después tenemos respuesta. Hablamos con los implicados en el proceso para entender qué ha pasado en todo este tiempo y cómo se ha completado El último barco (Siruela y Galaxia en gallego), un libro con hechuras de best seller literario y por el que sus dos editoriales han echado el resto.
“Hace cinco años cometimos un error”, comienza a relatar Ofelia Grande, directora editorial de Siruela. “Había un manuscrito, lo leímos, nos encantó y llegamos a meterlo en catálogo. Parecía cuestión de un par de meses. Teníamos incluso el ISBN. Teníamos todo menos el libro”, continúa Grande para hacer referencia a aquel Cruces de piedra, nunca publicado, germen de lo que al final ha sido la tercera novela protagonizada por el policía Leo Caldas. ¿Qué ocurrió? “No fui todo lo honesto que debería haber sido. Escondí la cabeza y me puse a escribir”, comenta el propio Villar tras una larga pausa. “Me obsesiona el respeto al lector. Mi compromiso no es con un plazo sino con una historia que merezca la pena. Si no, no sirve”, añade despacio, siempre preocupado por la precisión, tras enseñar orgulloso “las tripas” de su proceso, el mapa de 10 años de búsqueda: decenas de libretas, cientos de hojas escritas a mano, mapas de personajes, notas en el móvil, etc.
En El último barco el inspector Leo Caldas busca a Mónica Andrade, la hija desaparecida de un prominente cirujano de Vigo. Este sencillo punto de partida pone en marcha una maquinaria pulida hasta la obsesión en la que el puro relato detectivesco se mezcla con historias personales y se engrandece con el retrato de un mundo, de calma y oficios antiguos, en vías de extinción. 712 páginas de literatura policial que si no están pensadas para el éxito sí se ajustan bastante a la altura del envite: Siruela saca una primera edición de 30.000 ejemplares y Galaxia otra en gallego de 10.000. Cifras altas para el negocio y astronómicas para la novela negra. “Nos habría venido genial en 2013, pero si no estaba, no estaba”, reconoce Grande, que sabe que un libro así salva el año a una editorial mediana. “Es una novela humana y fácil en el mejor de los sentidos”, trata de resumir.
El tamaño, más páginas que los dos anteriores juntos, también juega a favor en un mercado saturado y con pocos compradores fieles. “Ha salido así. Al principio decíamos: ‘800 páginas, madre mía’. Ahora me alegra de que sea un libro contundente”, cuenta Grande. “No hay premeditación. Tiene más páginas porque la historia es más grande”, asegura el autor como si no fuera con él.
El pasado verano parecía que de nuevo lo tenía, pero no entregaba nada, cuentan en Siruela. Invitaron entonces al autor a trabajar en la editorial, de lunes a viernes y de nueve a dos, rodeado del personal. Parecía esencial. “Si le dejas el manuscrito dos años más le da 20 vueltas”, resume Grande. “Leí y releí mucho. Escribí y reescribí. Ellos me ayudaron a decidir cada coma que cambiábamos. Así trabajo. Dándole 800 vueltas y echándome para atrás”, cuenta el autor. El libro iba a ir a salir en Navidad, pero no llegaron. Ahora se publica el 6 de marzo, día del cumpleaños de Villar. Por delante, Sant Jordi, la Feria del Libro y la confianza de llegar hasta verano con la novela en las listas de los más vendidos.
El método de trabajo, la vida y el negocio editorial también contribuyeron a prolongar el tiempo en barbecho. Villar escribe en castellano y luego lo pasa al gallego o al revés, en busca de la musicalidad de las dos lenguas y de la voz propia de cada personaje. “Los diálogos me salen mejor en castellano, porque el 99% de mi vida es en esa lengua. Pero el gallego me deja más cerca del lugar emocional en el que quiero estar cuando escribo”, explica. También lee en alto lo que escribe antes de seguir adelante. Cuando murió su padre en 2013, se quedó sin los oídos que esperaban, pacientes, cada una de sus palabras, y eso tampoco ayudó.
Tras el éxito de su primera novela –Ojos de agua lleva cerca de 20 ediciones– y, sobre todo, de La playa de los ahogados –que suma decenas de miles de ejemplares vendidos– a Villar se le multiplican viajes, actos e invitaciones. “Nuestro trabajo tiene esa peculiaridad. Pasamos de ermitaños a exhibicionistas. Prefiero la primera parte, cuando lo tengo todo controlado”, resume el escritor vigués, resignado a iniciar de nuevo el círculo promocional que exige todo triunfo comercial.
Por cómo habla de su oficio, Villar no se arrepiente de estos años de bloqueo y silencio. ¿Ha aprendido algo de todo este embrollo? Otra pausa, un pequeño resoplido, un rápido parpadeo y la respuesta: “Nada. Nada o muy poco. He aprendido que estoy donde quiero y que este oficio es artesanía más que destellos de creatividad”. ¿Habrá otro Leo Caldas? “Ideas tengo para varias historias. El problema es de seguridad”.
Fuente: El País (2 de Marzo de 2019)
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