La biblioteca recomienda en octubre… “Salvar el fuego” de Guillermo Arriaga
Guillermo Arriaga ha entrado recientemente a un selecto club de escritores, y no nos referimos al hecho de que sea el último ganador del Premio Alfaguara de novela, aunque también
Su Salvar el fuego es uno de los últimos libros publicados antes del confinamiento que vivimos, con lo cual la promoción de esta novela ha sido atípica y a distancia. El mexicano, que es tan conocido por su obra literaria como por haber escrito algunas de las grandes películas de las últimas décadas (Amores perros, 21 gramos o Babel, dirigidas todas ellas por su compatriota Alejandro González Iñárritu, y Lejos de la tierra quemada, su debut tras la cámara) ha tenido que aplazar sus presentaciones, sustituyéndolas de momento por un terreno nuevo para él: los vídeos en directo en las redes sociales.
“Es muy raro esto de hablarle a un iPad”, confiesa desde su casa en México justo después de responder las preguntas de sus lectores. La situación actual se cuela, inevitablemente, en una conversación que, en principio, debería centrarse en su nueva novela. “Yo soy un optimista compulsivo, siempre creo que las cosas van a ir a mejor”, explica. “Sí creo que va a haber un bache económico, pero no una recesión tan bestial como la del 29. Creo que va a haber un boom económico porque la gente va a querer salir a vivir, va a querer tener experiencias. No van a querer morirse con su dinero guardado, el consumo creo que va a levantar. También creo que va a haber más conciencia de la desigualdad, que los gobiernos se tiene que dar cuenta que no se puede concentrar el capital como se está concentrando ahora mismo”.
Superado el resumen de la actualidad, Arriaga nos desvela algunas de las claves de Salvar el fuego, una novela que admite distintas lecturas: es un reflejo de las brutales diferencias de clases en México, un relato de las consecuencias de la violencia y la criminalidad, y a veces incluso una sátira sobre ciertos círculos artísticos. Pero, sobre todo, es una historia de amor. “Lo único que tenía claro al principio es que iba a ser una historia de amor entre una mujer adinerada y un preso” De todo lo demás no sabía nada, me dije: ‘A ver a dónde me lleva”, relata el autor. En un primer momento, solo iba a contar con una única voz, la de Marina, la coreógrafa de clase alta que, al llevar una de sus obras a una prisión mexicana, se enamora del homicida José Cuauhtémoc. “Pero vi que me iba a faltar de dónde venía él. Para que no fuese el mismo personaje el que narrase sus crímenes y los justificase, me fui al hermano. Y luego vi que no me iba a bastar, necesitaba otra voz que me de una visón del panorama”.
Esos múltiples puntos de vista hacen de Salvar el fuego una obra ambiciosa, tanto en la forma como en el fondo. “Quizás la mayor dificultad fue tratar de darle a cada uno su voz”, confiesa Arriaga, que estaba especialmente preocupado por las partes narradas por Marina. “Le di a leer la novela sobre todo a mujeres, y mi hija me dijo ‘padre, definitivamente tienes algo de mujer’. Espero haberle hecho justicia a la voz femenina”. En otras, las narradas por el hermano de Cuauhtémoc, repletas de slang del norte de México y préstamos del inglés fronterizo, salieron de forma natural. “Me divirtió muchísimo, es un lenguaje que yo conozco desde niño, tanto del norte de México, al que yo he ido desde chico, como el lenguaje de barrio, porque yo vengo de uno”, cuenta. “Me han dicho que he descrito las matanzas de los narcos como si hubiese estado en una”.
Además de la escritura, una de las pasiones de Arriaga es la caza, con arco más concretamente. Una actividad que le ha valido algunas críticas, pero que él defiende, además de por su final (“no cazo nada que no me vaya a comer”, asegura) por lo que le aporta como escritor. “Observas las jerarquías, la ansiedad viene de la vida misma: buscar qué comer, el territorio, la copulación… y te das cuenta de que la gran ansiedad de la vida deriva de la muerte. Nunca he visto un animal dejarse morir cuando es atacado, la forma en la que combaten la muerte es bestial. Si te puede matar te va a matar, te lleva con él. Te das cuenta de que hay algo ontológico en el miedo a morir. Eso es lo que me permite la cacería, conocer la condición humana a través de la naturaleza”.
Por ello, en Salvar el fuego, como en sus novelas anteriores, hay una gran observación de los comportamientos humanos y la manera en la que se relacionan, en especial los individuos de clases dispares. El asesino Cuauhtémoc es, en ese sentido, una construcción que dinamita los prejuicios sociales. “Yo creo que él es incluso más culto que ella”, afirma Arriaga. “No sé si has leído Open, la biografía de André Agassi. Pues Cuauhtémoc tiene un padre como el suyo, obsesionado con hacerle el mejor del mundo. Este padre lo lleva todo al extremo con tal de hacer a sus hijos, como él dice, guerreros águilas. Está obsesionado con llevarlos al máximo nivel. Son unas bestias de músculo y cerebro. El padre les dice ‘Esparta, Atenas, Esparta, Atenas…”. El contrapunto es la clase burguesa a la que pertenece Marina, que se debate entre los que buscan hacer más dinero y los que se sirven de él para crear arte supuestamente transgresor desde las comodidades del lujo. “Ella ve que los de su clase social leen el Hola, y este tipom, que viene de la clase media-baja, conoce a Kant. ¿Qué clase social está más abajo. ¿Qué te hace pertenecer a una clase superior, el dinero o el conocimiento?
Una vez publicada la novela, Arriaga se plantea el confinamiento también como una oportunidad para leer y releer. “Cuando escribo casi no leo”, explica. “Escribo hasta 14 horas al día. Normalmente duermo unas cinco y me paso el resto escribiendo. No me gusta ser influenciado por ningún tipo de autor cuando escribo, así que procuro leer no ficción, pero si no leo ficción siento que no leo”. Entre los títulos que le esperan estos días están Moby Dick, que quiere recuperar, y obras de Faulkner, Renato Cisneros, Mariana Enríquez, Juan Gabriel Vásquez o Santiago Gamboa, además de dos amigos suyos, Ray Loriga y Benjamín Prado. Pero antes de eso, Arriaga seleccionó algunos libros recientes que ha leído y que, parafraseando a su novela, salvaría del fuego.
Guillermo Arenas
Fuente: El País
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