La biblioteca recomienda en enero… “Berta Isla” de Javier Marías
El denominado Ciclo de Oxford (que incluye «Todas las almas», «Negra espalda del tiempo» y «Tu rostro mañana») se abre ahora a «Berta Isla», que formará tetralogía con una serie que había situado a Javier Marías con justicia en la cima de la narrativa europea.
«Berta Isla» conecta directamente con el ciclo, pues su trama nace en Oxford y aparecen algunos personajes de «Tu rostro mañana», como el profesor Wheeler y sobre todo el siniestro Bertram Tupra. Pero también recupera algunos motivos de otra gran novela más reciente, la titulada «Los enamoramientos», puesto que el tema de la comunicación entre vivos y muertos, y específicamente la figura del desaparecido y luego «révenant» (palabra con la que en francés se llama al fantasma, que regresa) fue motivo traído a «Los enamoramientos» con la novelita de Balzac «El coronel Chabert», una referencia que completa ahora con la novelita de Janet Lewis «La mujer de Martin Guerre».
Estas conexiones son importantes pues meten al lector en una atmósfera muy de Marías (la figura del fantasma lo es de manera radical y en sus escritos y en obras predilectas, como la película de Joseph L. Mankiewicz «El fantasma y la señora Muir»). Marías entra y sale como suele por textos de grandes clásicos homenajeados: Shakespeare de nuevo, ahora a partir del «infiltrado» Enrique V; también de manera formidable Dickens, pero sobre todo la poesía de T. S. Eliot, que va marcando estribillo, para el desarrollo fundamental de la levedad del ser, de la inconsistencia y muerte de todo, cuando nada es sólido. Quizá lo único sólido sean la traición (el aparato que explota el espionaje de los Estados) y posiblemente el amor, cuando un personaje como Berta Isla espera, rediviva Penélope para un deambular de guerra de su odiseico marido Tomás (Thomas) Nevinson, obligado a desaparecer y convertirse en fantasma.
Novela amorosa
«Berta Isla» es una gran novela amorosa, pero también una de las más radicales en mostrar el lado oscuro, siniestro, del espionaje que ya conocimos en «Tu rostro mañana». El amor y el espionaje (y sus correlatos falsedad, disfraz, traición, mentira) son los dos pivotes sobre los que la trama se urde. Pero el espionaje no es el de Ian Fleming o Le Carré, dos autores que lo han servido antes, sino el espía tal como Marías (Madrid, 1951) lo necesita como figura para trazar un recorrido por dos grandes motivos suyos recientes: la impenetrabilidad del otro, es decir la opacidad (nunca podremos estar seguros -ni siquiera y sobre todo, desde el lenguaje- de lo que el otro piensa y quién realmente es), y la necesidad del amor, dispuesto a saltar las dudas, que ya tuvo María Dolz y tiene ahora Berta Isla. Fue una fortuna que así ocurriera, no en vano María Dolz era la narradora en «Los enamoramientos».
Considero un acierto narrativo la adopción de la doble voz para contar esta historia
Berta Isla también lo es, pero solo de una parte de la novela, porque la otra ha necesitado de un narrador omnisciente en tercera persona. Para definir el espionaje con toda su crudeza de experiencia no subjetiva, aunque focalizada desde la vivencia de Thomas Nevinson. Nadie, que yo sepa, había hecho esto con la figura del espía: mostrar su vida personal. De Smiley sabemos poco y no digamos nada de Bond. De Tomás Nevinson llegamos a conocer casi todo: lo que es y lo que no es, ni puede ser aunque quisiera. Ese maridaje que la novela propone entre la parte exterior (objetiva) de la figura del espía plegado a sus quehaceres siniestros y su vida interior, con el desasosiego creciente de Tomás y con la angustia inabarcable, pero continuamente abarcada por Marías, de la amada Berta Isla. La vivencia familiar y amorosa de quien perpetra acciones que no puede decir, obligado como está al secreto, es otro motivo central de la obra mariesca.
Casi lírico
Los secretos, lo no dicho (callado), la opacidad a que el espionaje obliga, los traslada Marías a la vivencia interior de los dos amantes, esposos y sin embargo extraños. Porque nada puede decirse del todo y ni siquiera sugerirse lo importante. Considero un acierto narrativo la adopción de la doble voz para contar esta historia (la interna de Berta y la externa del narrador en tercera persona), pues la narración misma va marcando los dos polos en que se desenvuelve el conflicto. También es fértil «Berta Isla» en algo que Marías viene desarrollando, sobre todo desde «Negra espalda del tiempo» (una novela clave): el ritmo de la prosa a menudo se convierte en casi lírico, series que se repiten a modo de estribillo eliotiano: «Ese podía haber sido el destino de Tomás, hundirse en la niebla de lo sucedido y no sucedido, en la negra espalda del tiempo, engullido por la garganta del mar. Y ser eso: una brizna de hierba, una mota de polvo, una ráfaga breve, una lagartija que trepa por un muro en verano, una humareda que por fin se apaga; o una nieve que cae y no cuaja».
Serie sobre la que la novela vuelve en distintos momentos para marcar la pauta de ese ser y no ser, suceder y no haber sucedido, ser pero no haber sido nunca. Como si Tomás fuese un fantasma de sí mismo. Marías ha forjado una obra maestra, que le permite visitar también lugares históricos reales como la guerra de las Malvinas y sobre todo el horror de la del Ulster, que ha propinado atroces escenas reales que la prosa de Marías convoca con su honda acumulación de sustantivos y epítetos con los que abre el idioma a todos los matices de lo que nunca podrá decirse fuera de la gran literatura, que vuelve a estar escrita en español, para privilegio nuestro.
Fuente: ABC (3/09/2017)
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